Saja-Nansa es una comarca de Cantabria llena de rincones bellísimos en los que podemos encontrar tesoros geológicos, bellos bosques llenos de biodiversidad y además podremos conocer obras de ingeniería del siglo XVIII ¿Os apetece conocer más esta zona haciendo una escapada? Seguid leyendo.
Comenzaremos nuestra aventura visitando la Cueva de El Soplao, estas cuevas se encuentran en lo que antaño fue una mina de blenda y galena, fueron descubiertas de forma casual a principio del siglo XX por los mineros al hacer una perforación. El interior de la cueva es de gran belleza debido a su enorme cantidad de estalactitas, estalagmitas, coladas, perlas de las cavernas, columnas, etc. de un espectacular color blanco que resalta sobre las paredes rojas de la cueva. Tomar fotografías del interior no está permitido, así que os mostraré imágenes de su web.

Estas estalactitas están formadas debido a la filtración de agua en la cueva, las gotas de agua arrastran carbonato de calcio que se va acumulando gota a gota durante miles de años. Dependiendo del rumbo que tomen las gotas y cómo se acumulen estos sedimentos de carbonato cálcico irán haciendo formas diversas.
Para llegar a esta cueva debemos subir a lo alto de la Sierra de Arnero, el paisaje nos dejará boquiabiertos por su belleza. Ojo, es una carretera estrecha con curvas en la que debemos conducir con mucha precaución.


Antes de ir a la cueva os recomiendo que reservéis en su web, nosotros fuimos temprano para tener tiempo de visitar más lugares de esta zona.


Al admirar la sierra que nos rodea podremos ver cómo el bosque domina las zonas bajas de las montañas, según subimos la vegetación cada vez es más baja, hasta llegar a los picos de las montañas donde no crece nada debido a que la cantidad radiación ultravioleta es mayor a esa altura, las condiciones son más extremas y hay menos animales. En el siguiente esquema se muestra cómo se distribuye la vegetación de montaña:

Al entrar en el edificio de acceso a la cueva podremos descubrir otra maravilla de la zona: el yacimiento de ámbar de El Soplao, su acceso no está permitido a visitantes pero aquí tienen algunas muestras interesantes de lo que se ha encontrado allí.


El ámbar de El Soplao pertenece al periodo Cretácico, hace 110 millones de años esta zona era un frondoso bosque de coníferas resinosas y helechos gigantes. En esta época aparecieron las primeras plantas con flores, lo que produjo una gran diversidad de insectos polinizadores. Algunos de estos insectos quedaban atrapados en la resina y acabaron conservados en ámbar. Este yacimiento tiene un gran valor científico debido a la enorme cantidad de organismos conservados en él, hay muy pocos yacimientos en el mundo como este, por esto es tan importante. Debido a esta importancia no está permitido el acceso al yacimiento si no es para hacer investigaciones científicas.
Ya hemos visitado la cueva y descubierto los tesoros del yacimiento de ámbar pero aún hay mucho más que ver, bajaremos a la localidad de Cades a conocer cómo eran las ferrerías de la zona en el siglo XVIII.

La Ferrería de Cades es un ejemplo de cómo eran las ferrerías cántabras, aquí se traía el mineral de hierro obtenido de las minas y se le daba forma de lingotes para transportarlo. Para mover el fuelle que avivaría el fuego para fundir el hierro y mover la maquinaria que le daría forma se empleaba la fuerza del agua, aprovechando este sistema de presas para obtener energía hidráulica también se construyó un molino en el edificio.
Antes de entrar en la ferrería conviene que paseemos por el bosque de la ribera del río Nansa, es un paseo de enorme belleza que nos muestra la vegetación típica de ribera de la zona y podremos apreciar cómo se desviaba el río para aprovechar su energía.

Ojo, mientras caminemos no debemos perder de vista el suelo para ver a sus habitantes.

El agua empleada para dar fuerza a la maquinaria de la ferrería y del molino se retornaba al río. Llama la atención el tono rojizo de la reguera por la que sale el agua, ese color se debe al óxido de hierro. Otra cosa curiosa es que los árboles están cubiertos de líquenes por la humedad del ambiente.


La visita a la Ferrería y al molino es guiada, veremos las máquinas en funcionamiento y cómo se trabajaba allí en el siglo XVIII. Si sois muy sensibles al ruido puede resultaros desagradable el repiqueteo de las máquinas, a mí me gustó muchísimo verlo y que me explicasen in situ su funcionamiento. No se pueden hacer fotos, así que las imágenes son de https://ferreriadecades.es/


Para alimentar el fuego que fundía el hierro se usaba carbón, al no haber minas de carbón cercanas lo obtenían quemando madera de roble en pilas. Este modo de obtención de carbón era muy ineficiente porque necesitaba mucha madera, por ello muchos bosques de roble de la zona fueron arrasados. Hoy en día vemos que muchas zonas se repoblaron con otras especies como el eucalipto u otras más exóticas como ya hablamos aquí https://viajandoconciencia.blog/2019/10/13/cuando-una-mala-idea-creo-un-bosque-de-gran-belleza/.
Espero que os haya gustado esta ruta, la verdad es que para mí fue un descubrimiento. Me gustó mucho la explicación de las personas que trabajan en la cueva como en la ferrería y el molino, aprendí mucho y me enamoré de esta zona. Nos vemos en siguientes escapadas con mucha ciencia.
Reblogueó esto en El Boletín de ARBA.
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Gracias! 🙂
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